Las chicas del radio y la reforma de las leyes para los trabajadores



La historia de las “Chicas fantasma” que es otro título con el que también se le conoce a esta historia narra la odisea que vivieron valientes mujeres que perdieron la vida en una fábrica de relojes en estados unidos y que tuvieron que sufrir los horrores del envenenamiento por radiación.

¿Cómo sucedió?

Eran los tiempos de la primera guerra mundial, que a su vez coincidió con la fiebre del radio, hacía apenas dos décadas que había sido descubierto y todo lo que se fabricaba parecía llevar radio; desde utensilios, maquillaje, vasos, dentífricos hasta vendajes y herramientas de medicina, nada parecía escapar a este novedoso elemento, desde luego la industria militar no se podía quedar atrás y fue así como a partir de la necesidad de que los soldados pudieran ver la hora en la noche, se decidió crear relojes luminiscentes, otorgándoles una ventaja estratégica en el campo de batalla. Con esto nació “El escuadrón de las chicas del radio”, un grupo de mujeres de clase obrera que fueron contratadas para pintar relojes y esferas, desde luego las condiciones laborales para las mujeres por aquellos años no eran muy buenas pero este trabajo en particular ofrecía una oportunidad bastante escaza; la posibilidad de ganar tres veces más el salario que pagaban en cualquier fabrica común. Las mujeres acudieron en masa y las pocas “Afortunadas” pronto adquirieron libertad financiera, en una época de creciente emancipación femenina.

Muchas de las empleadas eran solo adolescentes, interesadas en el trabajo artístico, aparte de ser un trabajo lucrativo era bien visto por la sociedad, parte del atractivo del trabajo era que una vez salían de sus puestos, la luminosidad del radio las hacia brillar en la oscuridad, por lo que se ganaron el apodo de “Las chicas fantasma”, desde luego la vanidad femenina no se hizo esperar y ellas mismas pintaban sus vestidos en la planta para luego llevarlos a los salones de baile.

El arte de pintar relojes requería de mucha técnica, así que con el objetivo de conseguir un acabado más estético las mujeres deslizaban la punta de los pinceles entre sus labios, para que tuvieran la punta más fina y así poder pintar las diminutas esferas, cada vez que hacían esto sus dientes adquirían luminosidad, convirtiéndolo también en un atractivo para dejar impactados a sus pretendientes.

El envenenamiento por radiación y sus devastadores efectos

Mollie Maggia, fue la primera en sufrir los horrorosos efectos del envenenamiento por radio, ella como muchas otras accedió a este trabajo con el convencimiento de mejorar sus condiciones económicas y a su vez contribuir con su país en el esfuerzo bélico.

Mollie comenzó a presentar molestias en su boca y en 1921 le fue retirado el primer diente, pensando que se trataba de una enfermedad dental común, pero los síntomas no cedieron y por el contrario las cosas empeoraron, la infección se esparció y comenzó a presentar ulceras supurantes que nunca sanaron, a la mujer le empezaron a aparecer lesiones en diferentes partes del cuerpo, en poco tiempo ya no podía caminar. El doctor observo con horror como los dientes se le caían solos y el hueso de su mandíbula se partía con el mínimo contacto, Mollie murió.

Luego de Mollie le siguieron muchas mujeres más, aunque los síntomas eran en lugares diferentes del cuerpo. El mal de la boca acabaría conociéndose como «la mandíbula del radio». Otras veces, el lugar del dolor cambiaba. Era en la garganta, en el brazo, la espalda, una pierna... otras chicas tenían anemia y más adelante les saldrían carcinoma.

Ante tal cantidad de casos los médicos encontraron un patrón que parecía estar presente en todas las chicas afectadas: Todas trabajaron para United States Radium Corporation.

Negligencia

Ganar la batalla en los tribunales no fue fácil para las chicas del radio, era un caso sin precedentes, nunca antes una empresa había sido sancionada por afectar la salud de sus trabajadores, muchas mujeres siguieron envenenándose y muriéndose durante la lucha legal, la empresa y sus dirigentes apaciguaban a las trabajadoras diciéndoles que: No había ningún peligro y que el radio en pequeñas cantidades era beneficioso para el organismo; La gente solía beberlo como si se tratase de un tónico, de hecho los medios de comunicación de la época corroboraban la afirmación publicando extensos artículos sobre los beneficios del radio y calmaban cualquier preocupación que pudiera aparecer en las trabajadoras de la fábrica. Pero toda esta avalancha de información no era más que una fachada diseñada por las empresas de radio para sostener su lucrativo negocio.

Pronto toda esta mentira se les vendría abajo, con la contracción de un grupo de investigación, que realizo un estudio independiente y que confirmo la relación entre la muerte de las mujeres y su trabajo como pintoras de esferas. Desde luego la empresa rechazo los resultados del estudio y pagó para que otro grupo de investigadores publicara una versión opuesta. Incluso mintieron ante el ministerio de trabajo y dijeron que las trabajadoras intentaban sacar partido de “Enfermedades naturales” y conseguir así una indemnización monetaria.

El machismo y la creencia falsa de que el radio era seguro estaban ya anclados en la sociedad estadounidense, por lo que la lucha fue casi que heroica. Se necesitó que un empleado varón de la United States Radium Corporation muriera. Fue de esta forma cuando se pudo comprobar de una vez y por todas que el radio había intoxicado los cuerpos de las mujeres y que estaba causando sus muertes, en 1925 el doctor Harrison Martland pudo confirmar esta hipótesis que había sido silenciada por la industria de radio, el radio las estaba consumiendo vivas, emitía radiación constante que destrozaba sus huesos desde dentro luego de ser consumido, incluso se demostró que en pequeñas cantidades era muchísimo más peligroso.

La lucha legal

Fue una mujer de nombre Grace Fryer quien emprendió la titánica labor de defender los derechos de las chicas del radio y exigir justicia en memoria de las compañeras que habían sucumbido ante los devastadores efectos de la radiación, que se había anidado ya en sus cuerpos, pero también en defensa de aquellas que aun formaban parte de las filas de las “Pintoras de esferas”. Grace era hija de un delegado sindical y estaba dispuesta a ganar esta nueva guerra que se iniciaba contra las poderosas empresas del radio, la lucha desde un comienzo fue difícil; era imposible encontrar un abogado que quisiera hacerle frente a este proceso. Por ese entonces el envenenamiento por radio no era una enfermedad que les proporcionara el derecho a un reparo monetario y las mujeres estaban amarradas por el plazo de prescripción que decía que las personas que sufrieran envenenamiento ocupacional, tenían derecho a emprender una demanda antes de dos años. La gran mayoría empezaba a presentar síntomas solo cinco años después de ser envenenadas, este era un círculo vicioso que amenazaba con dejar el caso en la total impunidad. No fue hasta que en 1927 un joven abogado llamado Rymond Berry se le midió al caso y se propuso hacer justicia en compañía de Grace y cuatro compañeras más, necesitaba actuar rápido ya que el tiempo de vida de las mujeres implicadas se estaba agotando, los médicos estimaron que vivirían solo 4 meses, y la empresa de radio estaba dispuesta a retrasar todo lo posible los procedimientos legales, con el fin de salir airosos del proceso. El caso había llamado ya la atención del mundo y todos los ojos estaban puestos en el desarrollo del que fue el litigio más importante de los años 30.

Como la única forma de demostrar que las mujeres habían sido envenenadas por radio, era examinar los huesos de las víctimas, un Juez ordeno exhumar el cuerpo de Mollie Maggia, dos años después de su muerte. Por espeluznante que parezca su cuerpo aún seguía brillando en el ataúd, la luz de la muerte se había instalado en sus huesos desde el primer minuto en que pintó aquellos fantasmales relojes.

Fue un proceso largo y tedioso, muchas de las que iniciaron sucumbieron ante los inclementes efectos de la radiación. Luego de trece años de la primera demanda (1938) una de las trabajadoras llamada Catherine, en compañía de su abogado Leonard Grossman (que no cobraba un centavo) Lograron que un juez declarara culpable de afectar la salud de sus empleados a la empresa United States Radium Corporation, Catherine estaba muy enferma y pasando por alto las advertencias de los médicos declaró desde su lecho de muerte, con ello ayudo a hacer justicia no solo para sí, sino para sus compañeras y todos los trabajadores del mundo.

Un legado para la humanidad

Cuando las mujeres firmaron contrato no tenían ni idea de que desde ese momento ellas mismas cambiarían su vida y a su vez la millones de trabajadores en los años siguientes, con ellas nacieron los derechos de los trabajadores, su heroica lucha consiguió que en 1931 la FDA declarara ilegales las medicinas con radio, pero quizá el aporte más importante estuvo en la modificación de las leyes de enfermedad laboral y la creación de entes que velen por la Seguridad y Salud Ocupacional.

Quizá esta historia no nos la cuenten en los colegios de nuestro país, ya que hoy día los nombres de estas mujeres han pasado al olvido, pero no podemos evitar sentir orgullo por el invaluable tesoro que nos han dejado, porque fue gracias a su entereza, sacrificio y coraje que todos nos hemos beneficiado de nuestros derechos como trabajadores.



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