Recientemente veía un reportaje sobre la disposición de la basura tecnológica a nivel mundial, en el reportaje se mostraba montañas de basura que iban a parar a vertederos de Accra, la capital de Ghana, los habitantes de la ciudad obligados por la extrema pobreza, se arriesgaban a extraer metales preciosos que se usan en el proceso de fabricación de gran parte de los electrodomésticos, las cantidades desde luego eran ínfimas pero los ingresos generados eran de unos 3,5 dólares diarios, casi dos veces y medio el sueldo diario de un trabajador medio allí. Los desechos provenían de muchos países del mundo, pero mayoritariamente de Europa y Norteamérica donde el "Compra, desecha, compra" está más disparado, favorecido desde luego por la obsolescencia programada y el poder adquisitivo de esas zonas. Una de las cosas que más me impactó fue ver cómo escuelas de Ghana recibían supuestas donaciones de computadores de “segunda mano” para ser aprovechados por niños en su proceso de formación, bueno, resulta que estos gestos de sospechosa generosidad no eran más que una nueva estrategia para deshacerse de la basura tecnológica, los computadores en su gran mayoría eran inservibles, no era posible hacer otro uso que no fuera para chatarra.
En Colombia se producen más de 100 mil toneladas de residuos electrónicos como baterías, celulares, televisores y computadores.
En este punto me preguntaba si los desechos de Colombia también iban a parar a ese lejano país de África occidental, si también engañaban a las escuelas extranjeras o peor aún, si a los que engañaban eran a niños de nuestro propio territorio. Me di a la tarea de investigar sobre los métodos de disposición para la basura tecnológica que producimos en Colombia. Lo que encontré no me sorprendió, porque para nadie es un secreto que en nuestra nación no existe una cultura de separación de residuos y reciclaje, como sí la hay en países desarrollados, a partir de aquí supuse que el panorama no sería nada alentador y que partíamos en una seria desventaja.
Cada año Colombia produce entre 11 mil y 18 mil toneladas de celulares; 75 mil toneladas de residuos como neveras, lavadoras, televisores y equipos de audio y cerca de 15 mil toneladas de bombillos. El total de estos residuos sumaría entre 115 mil y 130 mil toneladas de basura electrónica anual según un estudio internacional.
Y es que en Colombia, a pesar de las campañas de sensibilización de empresas tecnológicas y ONG, no hemos aprendido a darle una correcta disposición a los aparatos en desuso, no se tiene claridad sobre los centros y la forma en que se debe recolectar este tipo de desechos, la gran mayoría de personas los mezcla con la basura ordinaria y acaban en manos de recicladores o los vierten en lotes baldíos, reservas naturales y fuentes hídricas, convirtiéndose en una problemática ambiental y de salud pública, ya que como es sabido los dispositivos electrónicos utilizan sustancias tóxicas como retardadores de flama (bifenilos polibrominados o éter difenil hexavalente), que se usan como aditivos en los plásticos, azufre, óxido de berilio, antimonio y metales pesados como plomo, mercurio, cadmio y cromo.
¿A dónde va a parar la basura que recolectan los centros y sitios autorizados?
Los dispositivos electrónicos que llevamos a un punto limpio o tiramos en contenedores habilitados para ello, van a las plantas de reciclaje, dentro de las empresas nacionales que se dedican a este tipo de reciclaje encontramos a Ecocomputo y Lito S.A.S., quienes recolectan y además disponen de puntos verdes donde la gente puede depositar sus desechos tecnológicos. Aunque según datos se dice que el 20% de toda la tecnología que se desecha es reutilizada. Como hemos visto, el 80% restante se pierde en la basura o se vende a los mismos que compran los desechos de Europa y Norteamérica, es decir, también aportamos nuestro “granito” a las montañas de basura de Accra. En estas plantas de reciclaje se intenta recuperar la mayor cantidad de piezas y materiales posibles, para su reutilización. Si no es posible, se intenta eliminar o minimizar el efecto de los materiales tóxicos y se vende el sobrante por chatarra. Aunque desde distintas entidades se hacen cada vez más esfuerzos para mitigar un poco la problemática, lo único cierto es que reducir la basura electrónica empieza por nosotros mismos. Solo así podremos exigir responsabilidades a los demás.
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